profeta

¿La gente te seguiría al desierto?

¿Por qué la gente iba a buscar a Juan el bautista al desierto? No era porque pareciera importante. No iba vestido de seda sino de manera tosca. No lo seguían por su simpatía, ni sus palabras bonitas. Tampoco hacía milagros. Entonces, ¿qué tenía? Él era una caña (débil, insignificante) sacudida por el viento del Espíritu

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Engañaron al pueblo, pero no a Dios

En tiempo de Ezequiel, la nación se había vuelto idólatra, llena de violencia y toda clase de maldad. Los profetas verdaderos les decían que se arrepientan, porque Dios estaba enojado. Si no cambiaban vendría el castigo. Pero la gente no les creía porque los otros le profetizaban abundancia y paz ¿Y qué pasó? Dios vino

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¡Verás su bendición! Solo tienes que obedecer

Eran tiempos duros. La nación de Dios, Israel, se había alejado cada vez más de los mandamientos divinos. A los profetas los silenciaban con la muerte, no había misericordia ni justicia. Las ciudades se llenaron de sacerdotes idólatras. Toda clase de pecado crecía y las autoridades lo consentían. Llegó un punto en que Dios dijo:

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Seamos la voz en el desierto

Cuando le preguntaron a Juan el Bautista quién era «dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías» (Juan 1.23). Nosotros responderíamos «Soy albañil», «Soy enfermera», «Soy la mamá de Juancito». Él definía su vida con el propósito que Dios le había

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