Todo es de Dios

Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.
1 Crónicas 29:11
Foto: Primer plano taza de café con leche, al fondo el glaciar Perito Moreno y un grupo de turistas observando desde la orilla del lago. El Calafate.

A veces pensamos que Dios es el dueño solamente de la naturaleza. Pero él es también el dueño de los seres humanos porque somos sus criaturas y es también el dueño de la taza de café con leche que tomas, porque él te la dio. Todo lo que tenemos es porque él nos lo entregó directa o indirectamente.

Por eso tenemos que reconocer que nuestro Padre Celestial es magnífico, poderoso y glorioso. Como nadie puede superarlo es también victorioso y digno de honor. Dejemos de intentar enriquecernos con nuestras fuerzas. Si todo es suyo la mejor manera es pedirle a él lo que necesitamos. No intentemos ganar las batallas al diablo usando el nombre de Dios pero sin llevarlo dentro nuestro. Podríamos salir desnudos y heridos (leer Hechos 19:13-16). Busquemos al victorioso y unámonos a las filas de su ejército.

Dios no es egoísta. No quiere guardarse todo para él. Nos adoptó como hijos porque nos ama. Acerquémonos a Dios y él se acercará a nosotros (Santiago 4:8) y disfrutaremos de gozo pleno y de sus delicias: “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” (Salmos 16:11)

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