A veces las cosas no salen como las planeamos. Porfiamos y le pedimos a Dios que bendiga nuestros planes. Pero no nos damos cuenta que el Señor quiere guiarnos a otro lado. Como no le hacemos caso, nos sujeta de las riendas.
¡Qué fácil nos olvidamos que un día le dijimos que queríamos que él fuera nuestro Señor! ¡Que lo seguiríamos a cualquier parte! No seamos burros, abramos los ojos y veamos adónde nos quiere llevar Dios.