A veces estamos espiritualmente así: En una cueva de hielo. No vemos el cielo. Todo se siente frío y oprimido. El suelo lleno de barro es resbaloso. Puede ser que lo veamos como una aventura: Nos sentimos fuertes y creemos que podemos meternos más y más adentro de la cueva. Pero entonces empezamos a resbalar. Si nos agarramos del hielo, corta y quema. Así es estar lejos de la presencia de Dios.
Pero entonces vemos al guía que nos muestra la salida y nos da su mano para ayudarnos a caminar sin tropezar. No importa dónde estés, incluso en esa cueva de hielo, Dios te va a rescatar si lo llamas y tomas su mano.