Siempre hay gente mirando a los demás. No con la intención de ayudar sino para criticar y burlarse. No dejemos que nos afecten.
Todos tenemos alguna debilidad, podemos tropezar de vez en cuando. Eso no significa que seamos pecadores. Es que todavía el Espíritu Santo está perfeccionándonos, santificándonos. Por eso, si tropezamos nos volvemos a poner de pie. Si le fallamos a Dios, pedimos perdón y arreglamos las cosas. Nuestro propósito no es vivir tirados en el suelo sino levantarnos y seguir avanzando.
Es posible que el camino a seguir no se vea claro. Tal vez está lleno de las tinieblas del enemigo. Pero Dios es nuestra luz. Por más oscuro que se vea el panorama, sabemos que Dios nos guía con su luz para evitar los problemas.
No te angusties. No te preocupes por lo que dirán aquellos que solo se ocupan de buscar defectos. Levántate, sacúdete el polvo y camina gozoso porque Dios no te ha dejado. Su luz echará fuera las tinieblas.