Nuestro Dios es más grande, pero mucho más grande de lo que nos imaginamos. Grande en poder, grande en paciencia, grande en misericordia, grande en amor y en justicia.
Por eso es el mejor protector. No solo es más fuerte que nuestros enemigos. También está dispuesto a sostenernos si resbalamos, a levantarnos una y otra vez. Y su amor es tan grande que nunca nos abandona.