Algunos buscan dinero, otros una posición de prestigio, hay quienes se enfocan en conseguir contactos entre gente «importante», otros se preocupan por tener muchos seguidores en las redes. No son objetivos malos en sí mismos. El problema es por qué los buscamos y a qué precio. ¿Buscamos poder porque queremos sentirnos importantes? ¿O deseamos el poder como un medio para llegar a más personas con el mensaje de Cristo?
La higuera no es un árbol vistoso y sus hojas son ásperas, pero su fruto es dulce. Dios la hizo así con un propósito. Aunque los demás no vean nuestro valor, nuestro Padre Celestial sí lo ve y sabe perfectamente para qué somos buenos ¿Tenemos claro para qué fuimos llamados? ¿Qué quiere hoy de nosotros Dios? ¿Para qué nos está moldeando?
A veces nos engañamos a nosotros mismos. Decimos que amamos al Señor pero no creemos que valga la pena ocuparnos en sus asuntos. Basta una simple comparación: ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para lograr nuestros intereses? ¿Qué tiempo y esfuerzo le dedicamos a cultivar nuestra relación con Dios?
Paremos un momento a pensar: «¿Vale la pena lo que busco?». Que Dios nos guíe para alcanzar lo mejor.