Daniel podía comer lo mismo que el rey de Babilonia disfrutaba en sus banquetes. Pero, aunque aprendió el idioma y las leyes del país adonde lo llevaron prisionero, no olvidó a quién servía. Él y sus compañeros no eran siervos de ese monarca pagano, sino de Dios. No iba a contaminarse comiendo alimentos que según la Ley de Moisés eran inmundos, no pecaría con la carne de animales sacrificados a ídolos.
Daniel y sus amigos decidieron no contaminarse ¡Aunque eso significaba no volver a probar la carne ni el alcohol!
¿A qué cosas estás dispuesto a renunciar para no contaminarte? ¿Qué lugares dejarías de frecuentar? ¿Qué costumbres abandonarías? El premio es ganar el favor de Dios y escapar de los lazos del diablo.
