Queremos enseñarle a Dios a hacer justicia

Si aún dijere la casa de Israel: No es recto el camino del Señor; ¿no son rectos mis caminos, casa de Israel? Ciertamente, vuestros caminos no son recto. Ezequiel 18:29

Si aún dijere la casa de Israel: No es recto el camino del Señor; ¿no son rectos mis caminos, casa de Israel? Ciertamente, vuestros caminos no son recto.

Foto: Camino con curvas pronunciadas. Camino al observatorio astronómico, San Juan.

Nuestra justicia es parcial, teñida de favoritismo, viejos rencores, distorsiones, autocomplacencia. Por eso, la justicia de Dios nos parece a veces demasiado blanda y otras veces muy dura.

También en la antigüedad la gente no estaba conforme: «¿Por qué Dios no castiga a los hijos de ese pecador? Esa generación de víboras hay que exterminarla ¿Por qué me juzga por esta vez que hice mal, si tantas veces hice bien? Tendría que compensar…»

Dios es justo. Él ve ambas caras de la moneda. Conoce las intenciones del corazón. Da oportunidades a todos. Si demora el castigo, no es que tolere el pecado, sino que da tiempo para que se arrepientan.

Ya no nos quejemos. No pidamos venganza. Al contrario, seamos misericordiosos, generosos de corazón. Porque con la medida que medimos a los demás, nos van a medir (Lucas 6.37-38). Y si pecamos, no nos confiemos en los méritos del pasado, porque cuando fallamos ya no cuentan. Pidamos perdón y Dios nos va a restaurar.

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