Lo que amamos lo valoramos, lo apoyamos ¿Qué mamá o papá que ama a sus hijos no quiere darle lo mejor? Una forma de medir cuánto amamos de verdad a la iglesia, a la familia de la fe, es ver qué nos dice nuestro corazón: cuánto quiere dar. No solo en lo material, también en nuestro tiempo, nuestras oraciones, nuestro servicio.
A veces, estamos pasando por una situación difícil. No podemos dar lo que quisiéramos. Dios lo sabe. También sabe si damos de lo que nos sobra o si ponemos en sus manos todo lo que tenemos, como la viuda (Marcos 12:41-44), confiando que él cuidará de nosotros como prometió (Hebreos 13:5).
Hay ministerios que desviaron su corazón. Aman más el dinero que a las personas. Aman más el lugar de reunión que a la gente que se reúne. Dios también lo ve. Él aborrece la idolatría: cuando el dinero se convierte en ídolo. Somos idólatras cuando ponemos en el centro de nuestro corazón las riquezas, en vez de buscar al dador de todo lo que tenemos.
Si decides dar una generosa ofrenda para ganar al pastor, de poco sirve. Si das para hacerte ver, ya tienes tu recompensa. Pero si das con amor, no con tristeza, sino para suplir las necesidades de tu familia espiritual, entonces te sentirás feliz, porque Dios estará contento y te lo hará sentir.