Para crecer en el Reino de Dios, hay que humillarse. Pero en la sociedad actual, nos enseñaron que tenemos que valorarnos, no dejar que nos menosprecien, hacer valer nuestros derechos, etc. Así que muchos de nostros tenemos que batallar para que el orgullo no nos domine. Así que, si necesitamos ayuda, Dios nos manda a alguien que se encarga de humillarnos.
Si no quieres que te humillen, aprende a humillarte a ti mismo. Porque Dios se complace de los humildes pero a los altivos los mira de lejos.