Samuel se sintió indignado. Pero el Señor le dijo «No te dejaron a ti sino a mí. Voy a darles un rey, pero no les va a ir bien».
El pueblo creyó que ahora Samuel se iba a ofender y no querría orar más por ellos. Pero él les respondió estas palabras que leímos. ¡Él no podía dejar de interceder! ¡Ahora necesitaban más que nunca de su oración! Si los dejaba, pronto se apartarían del camino bueno y recto. Samuel lo sabía muy bien. Por eso nunca dejó de clamar a favor del pueblo, a pesar de que cuando se hizo viejo, lo dejaron de lado.
Aprendamos de su ejemplo. No dejemos de interceder por el pueblo de Dios, por nuestra ciudad, por nuestro país. A pesar de que nos ofendan, nos traicionen, nos tilden de locos, retrógrados o el adjetivo que se les ocurra. El Señor nos conoce, eso es lo importante. Él va a dar la paga y nosotros tendremos la conciencia tranquila.