Muchos mezquinan a Dios el diezmo, como si fuera un desperdicio. El Señor no necesita NADA de nosotros, porque es dueño de todo. Somos nosotros quienes lo necesitamos a Él. Sin su bendición el enemigo destruye nuestra economía, nuestras relaciones, nuestra salud. No pongas tu confianza en el dinero, sino en el Padre Eterno que cuida con celo a sus hijos.
El dinero compra remedios pero no da salud, paga diversiones pero no da felicidad y podríamos continuar la lista. Aunque te hicieras rico no podrías retrasar lo inevitable cuando Dios te diga: «…Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios». Lucas 12:20-21