Ningún ser humano es santo. Incluso Jesús dijo: «¿Por qué me llamas bueno, ninguno hay bueno, solo Dios?». Pero somos hijos de un Dios santo, que exige santidad para estar con él.
Por eso necesitamos mirar bien y descubrir qué cosas lo ofenden, qué tenemos que dejar y cuánto de lo que debíamos hacer no hicimos. Así le podemos pedir perdón.
Si lo hacemos, Él nos va a limpiar y santificar. Nos va a dar fuerzas para cambiar y ser cada vez mejores. Porque Dios sabe que no podemos solos y quiere ayudarnos.
Te bendigo.