JESÚS ABRE LA PUERTA QUE TE MANTIENE ENCERRADO El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel. Isaías 61:1

El Señor hoy te liberta

Cuando Jesucristo comenzó su ministerio, leyó esta profecía y dijo que en ese día se cumplía. El Padre amó de tal manera al mundo que envió a su hijo único, Jesús, para que predicara las buenas noticias que el Reino de los Cielos se había acercado, para que curara los corazones rotos, libertara a los que estaban atrapados en adicciones y malos hábitos, para abrir la cárcel a todos los oprimidos por el Diablo.

Solamente Jesucristo tenía la autoridad, porque él es el Autor de la Vida, el Verbo de Dios, la palabra viva que saliendo de la boca del Padre creó todas las cosas. Todos nosotros habíamos pecado. La paga del pecado es muerte. Por eso Satanás se aprovechaba de nosotros, porque estábamos condenados a la perdición eterna. Sin embargo, Dios cargó en Jesús el pecado de todos y como un cordero inocente fue sacrificado en nuestro lugar. Para pagar nuestra culpa, para lavarnos con su sangre de toda maldad y restaurar la comunión con el Creador.

Hoy, estas palabras dadas por boca del profeta Isaías, vuelven a estar vigentes. Antes de regresar al Cielo, Jesús nos encomendó continuar con su trabajo. Ese mismo Espíritu que estaba en él, descendió en Pentecostés y está dentro nuestro. Así como Jesús, fuimos enviados por todo el mundo a predicar el evangelio a toda criatura, para que todo el que cree en él no sea condenado. Y nos seguirán las señales de que está con nosotros: echaremos demonios en su nombre, hablaremos nuevas lenguas, sobre los enfermos pondremos las manos y sanarán.

Si entregaste tu vida a Jesús ¡Eres libre! ¡Eres sano! ¡Gózate y alégrate porque Dios te hizo su hijo y te espera una herencia grandiosa!

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