A lo largo de la historia, el hombre quiso conseguir beneficios de Dios sin cambiar de vida. Cuando los primeros hijos de Adán y Eva presentaron sus ofrendas al Creador, Caín estaba tan vacío de amor por su hermano, que terminó matándolo por celos. Y así seguimos…
El profeta Isaías recibió este mensaje divino, para explicarle al pueblo que de nada vale ayunar si no tenemos justicia y amor. Ayunos, ofrendas, incluso las oraciones no conseguirán favor de Dios si dejamos de lado lo más importante. Jesús dijo a los religiosos: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.» (Mateo 23:23)