Jehová le prometió a Abram que le daría riquezas, que bendeciría a los que lo bendijeran y maldeciría a los que lo maldijeran. Él le dijo a Dios: «No tengo hijo». Dios entonces le entregó esta promesa. No solo le dio un hijo, al que llamó Risa (Isaac) porque le trajo alegría, sino que le dio tantos descendientes, que hoy en día sigue habiendo naciones de su linaje y encima el pueblo de Dios lo tiene por Padre de la Fe ¡Cuando le crees a Dios y perseveras en su camino, te esperan grandes bendiciones!
Muchos sueñan con hacerse ricos, o famosos o alcanzar una posición de poder. Nada de eso se compara con el premio que Dios da a los fieles. A los que están dispuestos a dejarlo todo por él. ¡Y su recompensa no es pasajera, sino por la eternidad!