El diablo promete libertad, pero no habla de las consecuencias El hijo pródigo pidió su herencia, la malgastó viviendo perdidamente. Terminó criando cerdos. “Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”. Lucas 15.16

No le creas al diablo

«No tener que hacerle caso a nadie». «Irse de casa, a la gran ciudad, con mucho dinero para gastar». Sonaba muy bien. Habló con su padre. Le pidió su parte de la herencia, aunque el viejo no parecía que fuera a morir pronto «¿Qué importa si se ofende? ¿Por qué tengo que esperar?». Consiguió lo que quería. Todo parecía salirle bien. Los pensamientos que el diablo plantó en su mente parecían buenas ideas: libertad, amarse a sí mismo, no pensar en los demás, darse todos los gustos, gastar, gastar, gastar.

Pero vino hambre a aquella tierra. El dinero se acabó. Los amigos desaparecieron «¿Por qué no guardé un poco de dinero? ¿Por qué no hice amigos de verdad? ¿Por qué fui tan egocéntrico?». Tuvo que tragarse su orgullo y salir a buscar trabajo de lo que fuera. Fue a cuidar cerdos. Ni siquiera le pagaban lo suficiente para comer lo justo. Tenía hambre. Veía a los cerdos comiendo esas algarrobas amargas y se le hacía agua la boca» ¿Iba a acabar así? ¿No había más solución? Al menos en la casa de su padre, los obreros comían bien y tenían una buena cama para dormir… ¿Y si volvía a su tierra y le pedía trabajo a su padre? ¿Se lo daría o lo echaría a patadas?» Tenía que intentarlo.


Puedes leer la historia completa en Lucas 15:11-32

Lilly Goodman – Vuelve a casa

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