Cuando pasamos malos momentos lo que más necesitamos de nuestros amigos y familia es que nos acompañen. Que estén cerca en cuerpo y corazón, que estén disponibles, que nos acompañen en el proceso avanzando a nuestro ritmo.
Cierto que el silencio es incómodo muchas veces. Pero hay momentos que las palabras sobran. Incluso pueden ser contraproducentes. Como en el caso de los amigos de Job. Ellos tenían buena intención, pero no entendían. Sus consejos lo hundían más, en vez de levantarlo. Lo hacían sentirse más solo.
Por eso lo importante es amar como Jesús nos ama y buscar la guía del Espíritu Santo antes de hablar. Dios les dé sabiduría. Los amo.