Hoy los despiadados no usan espada ni arco para robar al pobre. Lo hunden con la inflación, con deudas, con intereses. No lo matan usando violencia física sino negándole el agua potable, la calefacción, la atención médica especializada. Pero Dios ve lo que hacen, sabe cómo acomodan las leyes, sobornan jueces y consiguen que los medios de comunicación digan lo que quieren. Todo está registrado y la justicia divina les llegará.
No todos los impíos son ricos y poderosos. Algunos, aunque también son pobres, no tienen compasión. Incluso muchos que se dicen cristianos aman más al dinero que a Dios y se van alejando de la senda recta. El Señor se entristece al ver cómo se dejan engañar por el diablo. No saben que si no se arrepienten su fin será amargo y su destino final, el fuego eterno. Lo que se siembra se cosecha. Es un principio puesto por Dios. Sembremos misericordia, sembremos perdón, sembremos paz.