A Jesús se lo llama Cordero porque fue el «cordero» de Dios, sacrificado para quitar los pecados del mundo. (Juan 1:29). Ya los profetas lo habían anunciado desde la antigüedad. Isaías escribió: «Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.»
Isaías 53:7 RVR1960
Jesucristo amó a su Iglesia y quiso limpiarla de pecados, para que pudiera estar cerca del Dios que es tres veces Santo. Dice Efesios 5:25-27: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.»
Jesús con su propia sangre limpió los pecados de su Iglesia y con su Palabra le fue enseñando a vivir como a Dios le agrada, para que como una novia con vestido blanco y resplandeciente, pueda unirse a él en el Cielo.