Abraham era un hombre de Dios. Su sobrino, Lot, vivía con él. Dios los bendijo tanto, que la tierra no era suficiente para mantener sus ganados.
Entonces, le dijo a su sobrino que era tiempo de separarse. Para Lot era tiempo de poner en práctica lo que aprendió con su tío. Tiempo de decidir, tiempo de perseguir sus propios sueños. Toda la tierra estaba adelante. De él dependía qué tan lejos quería ir, hacia dónde y con qué propósito.
Hoy Dios te dice: Basta de estar sentado, basta de esconder los talentos, basta de esperar que otro trabaje. Es tiempo de demostrar que eres hijo de Dios, tiempo de dar lo que recibiste: «Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia» (Mateo 10:8). Es tiempo de mostrar que no tienes miedo al enemigo, porque Jesús está contigo todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28.20).
Es tiempo de avanzar ¿Hacia dónde irás? ¿Buscarás la comodidad de Sodoma como Lot? ¿Irás a hacer discípulos en tu Jerusalén, Samaria y hasta lo último de la tierra? ¿Adónde te llevan tus sueños?