Necesitamos sabiduría de Dios antes que conocimiento. Más importante que conocer lo que pasa, es ser inteligente para saber cómo actuar.
Busquemos más de Dios, para estar atentos a lo que quiera hablarnos. No hay mejor consejero que su Espíritu Santo, ni mejor guía que los principios que nos enseñó a través de la Biblia.