Job tenía una fe enorme. Cuando dice que va a esperar en Dios aunque lo mate, está afirmando que cree que estará vivo después de morir ¿Sino cómo podría esperar o pensar siquiera? En otra parte dice: «Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará del polvo. También sé que he de contemplar a Dios, aun cuando el sepulcro destruya mi cuerpo» (Job 19:25-26 RVC).
Saber que Dios es poderoso para resucitar y que le daría vida después de la muerte, le da una confianza que sobrepasa el temor a morir. Job no entendía por qué tenía que soportar tanta aflicción, tampoco sabía si la enfermedad acabaría con él. Pero sabía que su esperanza estaba en Dios. Y Él no le falló: lo defendió de las acusaciones de sus amigos, lo honró, le entregó el doble de lo que tenía, le dio una larga vida (vivió 140 años más) y consoló su corazón.
Para confiar en Dios, no solo debemos creer que tiene poder, sino también que cumple sus promesas y que no hace nada por capricho sino que hay un propósito para nuestro bien, porque su voluntad es buena, agradable y perfecta, como lo dice en Romanos 12:2 NVI: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.»