Antes de conocer a Dios, éramos esclavos del pecado. Nos dominaba el rencor, la avaricia, los vicios… Pero Jesús nos REDIMIÓ, o sea pagó nuestra libertad ¡y el precio fue dar su vida en la cruz en nuestro lugar!
En tiempos de Moisés, los judíos en la 1° pascua, mataron un cordero y pintaron con su sangre los dinteles de la puerta. Cuando el ángel que pasaba con la orden de matar, veía la sangre, no entraba en esa casa. Nosotros tenemos la marca de la sangre de Jesús. Ninguna plaga tocará tu morada (Salmos 91:10). Pero lo más importante, no tenemos miedo de partir de este mundo, porque no habrá castigo sino recompensa en el otro lado.
Aline Barros, Christine D’Clario – Redención