Cuando andamos mal ¡Cuánto deseamos que se acuerden de nosotros!
Pero es difícil «poner la oreja» para que el que está triste, preocupado o enfermo nos cuente todo lo que siente, lo que está pasando por dentro. Una vez lo hacemos, al otro día nos cuesta pero lo escuchamos ¿Pero cuánto tiempo estamos dispuestos a darle? ¿Y cuánto tiempo pasamos delante de Dios intercediendo por ella o él?
Dios quiere que nos preocupemos y nos ayudemos como los miembros de un cuerpo. Si nos duele un pie o una muela no nos aburrimos de su dolor (esa especie de queja o lamento), tratamos de que sane. Estamos atentos. Así debe ser con nuestros hermanos.