Nadie nos conoce mejor que el Señor. Así como una mamá o un papá que pasa suficiente tiempo con sus hijos, los conoce tan bien que puede interpretar cada gesto o incluso el tono de voz, también nuestro Papá (que siempre está con nosotros) nos conoce a la perfección. Dios sabe si estamos algo ofendidos o realmente heridos, si estamos melancólicas o angustiadas, si necesitamos consuelo, ayuda o simplemente un descanso.
Pero, además, el Señor es quien nos formó. Por eso sabe cómo resolver nuestros problemas, cómo «arreglar» lo que está mal, cómo encauzar nuestras emociones, sanar nuestro corazón o nuestro cuerpo. No solo sabe qué hacer ¡Él puede y quiere darnos su ayuda! ¡Sólo él puede hacer un milagro! ¡Nada hay imposible para el Creador! (Lucas 4.37)
Somos obra de Dios y él todo lo hace bueno en gran manera (Génesis 1.31). Como dice la canción «Así será» de Elevation Worship «Todo lo imperfecto en mí es un milagro en proceso«. Él no ha terminado con nosotros, todavía quiere hacernos mejores: quitar nuestras imperfecciones, pulirnos para darnos más brillo, hermosearnos con los frutos del Espíritu Santo.