Cuando caminamos por terreno desconocido podemos perdernos, por eso es importante no andar solo. Si el camino tiene cierta dificultad, por ejemplo, si es un sendero en la montaña y más aún si está cubierto de nieve, se hace más necesario un guía. En nuestra vida, a veces tenemos una promesa de lo que Dios nos va a dar, pero no sabemos cómo llegar hasta esa meta. Si probamos ir por donde nos parece, podemos equivocarnos y perder la bendición. Incluso podemos caer y salir lastimados. Necesitamos que Dios nos muestre el camino, pero que también nos enseñe con más detalle cuál es la senda que debemos seguir.
Allá, por los ’90, le cantábamos al Señor «Muéstrame tus caminos». Hoy seguimos haciendo la misma oración. Si él va adelante, mostrándonos dónde andar, llegaremos más lejos y más seguros.