Podemos pasar problemas y situaciones difíciles, porque el amor del Padre nos envuelve. Como conoce nuestros límites y debilidades, se anticipa a nuestras necesidades e interviene para hacer más fácil el camino.
Mientras los que viven lejos de Dios sufren dolores de todo tipo, los que tenemos al Consolador nos sentimos acompañados, seguros y felices porque con Él vencemos cualquier dificultad.
¿Qué prefieres: dejarte guiar por tus deseos que te alejan cada vez más del amor a Dios y al prójimo, o confiar en la guía del Espíritu Santo que te lleva hasta el Cielo? ¿Qué eliges: un corazón endurecido y muchos dolores, o un alma compasiva y fiel a Dios que nos demuestra cada día cuánto nos ama?