Prestemos atención para anticiparnos a los problemas.
Mantengámonos en oración, para que Dios nos muestre si alguna amargura quiere brotar en nuestro corazón o en el de nuestra familia. Si esperamos a que eche raíz, va a costar mucho más deshacernos de ella. Va a lastimarnos y a herir a los que nos rodean.
No nos engañemos pensando que podemos solos, pidámosle a Dios que nos muestre si no estamos bien. Miremos bien, porque el corazón es engañoso y a veces no nos damos cuenta que el diablo sembró amargura, celos, rencor y los dejamos crecer sin ver el peligro. Abramos nuestro corazón para que el Espíritu Santo nos corrija, nos sane, nos vuelva a poner en el sendero que nos lleva al cumplimiento de sus promesas.