Muchos anhelan los dones de Dios: profecía, milagros, revelaciones… Pero no están preparados para lo que implica.
El siervo fiel a veces recibe respeto y muestras de afecto. Pero otras veces, solo dudas y críticas. Y en otras ocasiones, como el profeta Jeremías, debe alejarse de aquellos que quieren arrastrarlo a la burla o el orgullo.
«Me llenaste de indignación». A veces duele, indigna, ver cómo pisotean la Palabra que puede salvarlos. Saber cuánto los ama Dios, cuánto está dispuesto a perdonar y ellos le dicen: «Deja de molestar, viejo amargado».