El Caracol lleva su casa adonde va. Ella es su refugio, su distintivo, parte de él.
El salmista había experimentado la presencia de Dios en el templo y allí encontró deleite, perfección y gloria.
En la Casa de Dios podemos hallar alegría al reunirnos con nuestros hermanos, una palabra de aliento o de guía cuando la necesitamos, incluso sanidad y milagros ¡Tanto tiene Dios para los que lo buscan!
A diferencia de la antigüedad, ahora podemos llevar la Casa de Dios con nosotros, porque somos templo del Espíritu Santo, si es que le entregamos nuestra vida al Señor. Su presencia nos consuela, nos da fortaleza en momentos difíciles y nos enseña.
Ya no tienes que andar solo por esta vida. Lleva la presencia de Dios contigo. Que sea tu protección, tu identidad, parte de ti.