Antes de enviar sus juicios, Dios da advertencias. «Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.» (Amós 3:7). A veces, da señales en los cielos. El caso de los astrólogos es distinto, buscan señales en el firmamento cuando no las hay, se dejan engañar por el diablo y buscan engañar a otros.
Cuando iba a ocurrir el eclipse parcial de sol en nuestra ciudad el 14 de diciembre del año pasado, Dios me dijo que era una señal. Entonces me acordé que tras el eclipse de 2019 vino la pandemia del coronavirus. Esta vez en nuestra localidad se vio en forma parcial. El Espíritu Santo me hizo sentir que significaba que aunque en otras partes estuvieran en tinieblas (aún si todo el mundo estuviera en tinieblas), aquí brillaba un poco de luz. Dios ocultaba su rostro para la humanidad, a causa del pecado y enviaba su juicio. Pero aquí tenía misericordia.
En la época de Isaías Dios se airó con su pueblo, porque eran rebeldes. Los castigó para que se convirtieran. Luego con su misericordia los restauró. Dios nos ama. En medio de la calamidad, nos sigue amando. Si sus juicios vienen, son para purificarnos. Luego con su compasión vuelve a bendecirnos. Pero él guarda a los que permanecen fieles. No se va a cortar su favor ni sus bendiciones para sus hijos obedientes.
«Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.» (Salmos 32:6)