Hay enfermedades causadas por espíritus inmundos, como la mujer encorvada a quien Jesús desató (Lucas 13:11). Otros problemas de salud son naturales, ya sea propios del envejecimiento (Génesis 27:1), por desarreglos (comer mal, tomar mucho frío, malas posturas) o accidentes. Dios también puede sanarnos de ellos. Pero no debemos tentarlo: hacer lo que nos hace mal planeando pedir oración después.
Sin embargo, en ocasiones vienen plagas a causa de nuestra rebelión. Dios las permite para que nos humillemos y aceptemos su voluntad, como lo hizo en tiempos de Moisés, para que Faraón permitiera al pueblo de Israel salir de Egipto. Dios promete que si guardamos los mandamientos NO va a mandarnos enfermedades para corregirnos. Y también nos recuerda que Jehová es nuestro sanador.
Ya sea que suframos por obra de los demonios, por una aflicción natural o una enfermedad enviada como disciplina, podemos rogar a Nuestro Sanador para que haga un milagro instantáneo o acelere el proceso.