Dios había dicho a Josué que él sería el encargado de repartir la Tierra Prometida al pueblo de Israel. Para eso tenía que exterminar a sus perversos habitantes. Pero Dios le prometió que como estuvo con Moisés estaría con él, solamente debía esforzarse y ser muy valiente para cumplir el Libro de la Ley (la parte de la Biblia que tenían en ese momento).
Josué creyó a Dios. Fue a la guerra. Se hacía de noche y seguían peleando. No podían dejar la batalla para otro día, porque los enemigos escaparían. Así que en un acto de fe dijo: «Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón.» Él no tenía poder sobre el sol ni la luna, tampoco los astros podían oírlo. Pero Dios sí. El Todopoderoso detuvo la Tierra y no oscureció hasta que terminó la batalla.
¡No te imaginas el poder que tienes a tu disposición! Cuando el Señor te manda a hacer un trabajo, no te deja solo, él te respalda. Solo tienes que esforzarte, ser valiente y obedecer la Palabra de Dios. Ejercita tu fe y no dejes de orar.
Glaldys Muñoz y Esteban Valdés – Josué 10.12