¿Te suena mal cuando dice que el Señor los derribará?
Te confieso que a mí también me cuesta aceptar que Dios es amor pero también el Juez de toda la tierra. No solo amor, no solo juez. Ni el Dios autoritario, siempre enojado, en busca de pecados para castigar; ni tampoco el viejito bueno que permite todo, como un abuelo que consiente a sus nietos.
Si fuera siempre tolerante, los malvados se aprovecharían de los buenos. Es importante tener presente qué mueve el corazón de Dios ¡Él es bueno, SIEMPRE! Aun cuando manda castigo, lo impulsa el amor: quiere proteger a los débiles, quiere rescatar a los que se desvían tras los malvados «exitosos» para que no se condenen a sí mismos, quiere enseñar a los que dudan cuál es el mejor camino.
La oración del salmista
En este Salmo, David ora pensando en los malvados que se hacen pasar por buenos. Pide no ser arrastrado junto con ellos, porque es fácil seguir la corriente, ¿pero qué fin tendríamos? Podremos engañar a la gente pero no al Creador. Debemos recordar todo lo que Dios hizo por nosotros, todas las cosas que creó para que las disfrutemos y ser agradecidos.
El salmista no quiere convertirse en un hipócrita: hablar con amabilidad mientras su corazón planea el mal ¡Hay tantos que aman solo de palabra pero sus corazones están llenos de rencor, de egoísmo, de avaricia! Pero el Señor los derribará, porque se olvidaron de Dios. En su oración, David dice:
Salmos 28:3-5 (Versión Nueva Biblia Viva)
3 No me arrastres junto con todos los malvados que hablan amablemente a su prójimo mientras planean maldad en sus corazones. 4 Dales el castigo que tan merecido tienen. Que el castigo corresponda a su maldad. Castiga todas sus perversidades. Dales una probada de lo que ellos le han hecho a otros. 5 A ellos nada les importa lo que el Señor ha hecho o ha creado; por lo tanto, los derribará y nunca jamás se levantarán de su ruina.