Los «bichos» siempre intentan meterse en nuestra cabeza: pensamientos sombríos, dudas, temor, sentimiento de incompetencia, viejos rencores…
Si los dejamos, nos van a ir carcomiendo por dentro. Por eso, necesitamos que el Espíritu Santo nos ayude.
Como el pájaro carpintero, golpea y golpea. El que no sabe cree que está lastimando al árbol, que lo agujerea con su pico duro. Pero le hace un favor. Así también, puede molestar que nuestra conciencia insista en hacernos ver nuestros errores o que el Espíritu Santo nos machaque con la Palabra de Dios. Pero al final, nos sentiremos aliviados, cuando todos esos «bichos» se vayan y podamos reverdecer.