Hay cristianos que se aferran a las tradiciones, sospechan que lo nuevo es mundano, que no agrada a Dios. En el otro extremo, hay creyentes que rechazan lo antiguo, lo tildan de religiosidad vacía, estructuras que impiden el fluir del Espíritu. Pero la Biblia nos enseña que no todo lo viejo es malo, ni todo lo nuevo es bueno. Este versículo dice claramente que el tesoro está formado por cosas viejas y nuevas.