Vivimos en un mundo que desprecia a Dios. El respeto por las personas mayores, la fidelidad matrimonial, la sobriedad, la santidad son muy poco valorados. Incluso muchos nos llamarán fanáticos, intolerantes, aburridos, locos y se burlarán de nosotros por imitar a Cristo en nuestra forma de vivir.
Es difícil mantenernos firmes en Cristo, no avergonzarnos, no sentirnos raros por no compartir sus costumbres, mantener puros nuestros labios y nuestros pensamientos. Jesús no tuvo miedo de decirle a los fariseos que eran hijos del diablo (Juan 8:44) ¿Piensas que no sabía que se ofenderían? ¿No sabía que ellos tenían influencia y usarían su poder para vengarse? Probablemente Dios no nos pida que hablemos con tanta dureza, pero sí es importante recordar que esta sociedad está bajo el control del diablo y por eso no podemos estar de acuerdo con sus valores. «Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Marcos 8:36).
Busca la amistad de los hijos de Dios y si tienes amigos o compañeros no creyentes no dejes que te arrastren, tráelos tú a Cristo. «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.» (Romanos 12:21) «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.» (Gálatas 1:10)