El que ama la música sueña con comprar un mejor instrumento, el que ama la moda pasa su tiempo mirando qué se usa, el que ama a sus hijos se preocupa por darle lo mejor. Aquello que amamos se convierte en nuestro tesoro, en algo valioso, algo a lo que le dedicamos tiempo y esfuerzo, algo que no queremos poner en riesgo.
Está bien que amemos ciertas cosas, como nuestra familia, el talento que Dios nos dio, etc. Siempre que sea algo que agrade a Dios. Pero lo que debemos amar en primer lugar es a nuestro Señor. Él es quien nos dio la vida, quien se entregó por nosotros para salvarnos, quien nos cuida y quien fue a preparar lugar para nosotros en el Cielo. Todo lo que tenemos es gracias a Dios y ¡NOS AMA MÁS QUE NADIE! Él debe ser nuestro mayor tesoro, nuestro placer, nuestro motor, nuestro tema recurrente.