¿Dónde está tu fe? ¿Desaparece cuando llega el peligro? ¿Se apoya en tu fuerza y habilidad (varios de los discípulos eran pescadores)? ¿Se sostiene en la oración de otros (Jesús solía irse a orar solo)?
Por encima de las nubes de tormenta el sol sigue brillando y más allá de este cielo material Dios sigue en su trono. Somos sus hijas e hijos, templos del Espíritu Santo y tenemos su promesa de que nada nos va a faltar. La tormenta vendrá. Pero clamemos con autoridad al viento: ¡Calla, enmudece!