Todo lo que Dios hace es bueno, aunque no nos demos cuenta. Él hace todo con sabiduría, guiado por su amor y justicia. Para nosotros es difícil muchas veces ver qué tiene de bueno lo que nos pasa. Es que no vemos el cuadro completo. Tenemos que esperar con paciencia a que Dios termine su obra, para ver el resultado.
Cuando creó el mundo lo hizo «bueno en gran manera». No había animales carnívoros, espinas, suelo árido, enfermedades ni otros males. Fue a causa del pecado de la primer pareja humana que Dios maldijo la tierra, para no maldecir al hombre. Un día todo será restaurado: «El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.» (Isaías 65:25). El proceso ya comenzó, cuando Jesús vino al mundo, murió en la cruz y luego resucitó, venciendo el dominio del pecado y la muerte.
Así también, en nuestras vidas, él quiere restaurar el plan original. Poco a poco, va quitando todo lo malo, moldeando nuestro carácter y volviéndo a poner su imagen en nosotros.