¿Sientes que tu vida es un desierto: seca, vacía, sin fruto? Quizás pensaste que solo tenías que aguantar un poco más, seguir adelante y se acabaría la desolación. Pero te equivocaste: del desierto espiritual no se sale andando. El yermo se acaba cuando viene Jesús. Él cambia la soledad en alegría, la sequedad en flor.
Dios tiene el poder de transformar el desierto en jardín. Él quiere cambiar tus días. Llenarlos de color, de alegría, de esperanza. Pero no va a invadir tu casa. Tienes que invitarlo, abrirle tu corazón, escuchar lo que tenga que decir.