Saulo de Tarso, el que escribe estas palabras, era un hombre muy religioso. En su celo por Dios se dedicó a perseguir a los cristianos. Como lo confundía con la tradición, creía que esa era la voluntad del Señor… ¡Hasta que Jesús mismo se le presentó en el camino a Damasco!
Por supuesto, no lo reconoció. Saulo no conocía a Dios, por más estudio que tuviera de las Escrituras y fervor religioso. Por eso preguntó: ¿Quién eres?
¡Qué susto habrá sentido cuando lo escuchó responder: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues»!
¡Cuántos de nosotros nos dedicamos a perseguir a nuestros hermanos porque no sirven a Dios de la manera que creemos que se debe hacer! ¿Qué haremos si Jesús nos dice lo mismo que a Saulo?
Él no fue rebelde. Reconoció su error y fue tan grande su transformación, que hasta cambió el nombre Saulo por Pablo.
Tengamos cuidado. No sea que las costumbres y tradiciones nos hagan ir en contra de la voluntad de Dios.