Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. (Salmos 119:147).
Cuando todo anda bien, es fácil olvidarse de Dios. Pero cuando estamos descompuestos y no podemos pegar un ojo en toda la noche… ahí nos acordamos.
También nos ponemos a clamar si los espíritus inmundos nos atacan en las pesadillas.
¿Tan poco amamos al Señor que solo oramos de verdad si no damos más, si no sabemos a quién más recurrir?