Quizás no estés de humor para reír, pero si tu hermana o hermano está alegre, comparte su alegría. Ya vas a ver cómo el Señor alivia tu dolor y te contagias de la alegría de tu amigo o amiga, o de ese desconocido que Dios cruzó en tu camino, para que compartas ese momento y le hables de Jesús.
Tal vez crees que no soportas más dolores, quieres olvidar tus problemas y ni se te ocurre escuchar los lamentos de los demás. Pero Dios te dice que llores con los que lloran. No lo pienses más. Ve a consolar a quien te necesita. Y tú también recibirás consuelo. Es así como funciona el mundo espiritual: Das y recibes, haces lo que Dios te pide y Él te brinda generosamente lo que necesitas.