Hay tradiciones buenas y otras no tanto. Como hijos de Dios tenemos que alentar aquellas que nos acercan al Señor, las que nos ayudan a ser mejores.
En el relato bíblico nos cuenta que Amán había planeado exterminar al pueblo de Dios. Para eso, prometió al rey una fortuna, si permitía que un día determinado, mataran a los judíos y se quedaran con sus bienes. Pero el Señor frustró sus planes. Usó a la reina Ester y a Mardoqueo, que ganaron el favor del rey, para dar vuelta la situación: Ese día acabaron con sus enemigos y luego celebraron agradeciendo a Dios.
Para no olvidar ese acontecimiento, decidieron iniciar una tradición de celebrar esos días. Recordando cómo el Señor los libró y cambió su dolor en alegría. También nosotros deberíamos recordar todas las cosas buenas que hace Dios por nosotros y nuestras familias. Que nuestra tradición sea gozarnos con nuestros hermanos y hermanas por los favores recibidos del Cielo.