El que escribió estas palabras fue Job. Un «hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal‘ (Job 1:1). Sin embargo se sentía sucio delante de Dios y que no había manera de limpiarse. Todos luchamos con alguna debilidad, todos tenemos cosas que dejar. Solo Jesús puede lavarnos.
A veces nuestro orgullo no nos deja ver defectos y debilidades. Otras veces nos conocemos, pero duele cuando otros que también tienen lo suyo, nos marcan los errores. Pero cuando somos sinceros y nadie nos ve, tenemos que aceptar que nos falta mucho para ser como Cristo. No sirven nuestros esfuerzos porque «el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26:41b).
¿Por qué si todos tenemos defectos no podemos simplemente esperar que nos acepten como somos? ¿Por qué humillarnos y poner la otra mejilla cuando nos golpean? ¿Por qué Job si era tan recto tuvo que sufrir tanto? PARA SEGUIR CRECIENDO, PARA RECIBIR ALGO MEJOR.
Si sigues con tus debilidades el enemigo tiene poder para acusarte y atormentarte. Pídele a Dios que te limpie. Es el primer paso para meterte en el plan de Dios. Cuanto más dispuesto estés a renunciar a tu orgullo, a tus planes, a lo que el mundo tiene por bueno pero hace mal… más va a poder Dios llenarte de verdaderos tesoros.