Un enemigo venía cada día a desafiar al pueblo de Dios, era un gigante, Goliat. El ejército lo miraba desde la colina asustado. No había uno, ni soldado raso ni oficial, que se atreviera a enfrentarse a él. Entonces llegó un joven al campamento, un pastor de ovejas llamado David. Indignado dijo: «¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?» (1 Samuel 17:26)
Así que un momento más tarde habló al rey diciendo que el iría y lo vencería porque «Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo.» (1 Samuel 17:37). Entonces fue al arroyo, tomó 5 piedras y las guardó junto a su honda. En realidad le sobraron. Bastó una sola piedra para derribar al gigante. Luego le sacó su espada y con ella lo remató.
El enemigo viene como gigante sobre la iglesia. Ataca desde varios frentes: enfermedad, temor, pornografía, depresión y tantos otros. Pero muchos tienen miedo de hacerle frente. Dicen que no están preparados. Pero en realidad no se necesita gran cosa. Porque no seremos nosotros lo que ganaremos la batalla, solamente tenemos que poner nuestras manos y nuestra boca a disposición del Señor. Él se va a ocupar de protegernos y derrotar al enemigo.
«Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.» (1 Samuel 17:45) Goliat se burló de él porque lo vio joven y hermoso, pensó que sus armas eran palos y piedras. ¡Estaba muy equivocado! El que venía contra él era Jehová de los Ejércitos y traía una multitud de ángeles guerreros.