El pueblo de Judá tuvo que soportar lo que nunca imaginó: Abandonar su amada ciudad, Jerusalén, con sus bellos palacios y el imponente Templo. Fue por su orgullo, por ser testarudos, porfiados, duros para entender que todo se lo debían al Señor. Ellos prefirieron ser rebeldes, no escuchar a los profetas y terminaron siendo llevados cautivos a Babilonia.
Pero Dios aún los amaba. Permitió todo eso para que reaccionaran y volvieran su corazón a él. A través del profeta Oseas dijo: «Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón.» (Oseas 2:14 PDT). Por eso les dijo que pusieran mojones, que miraran con atención el camino para saber cómo volver.
Si tu corazón te llevó lejos de Dios, si estás cautivo, si te sientes arrastrado adonde no quieres ir… Hay esperanza. Mira bien el camino para saber por dónde regresar. Otra vez disfrutarás las bendiciones del Señor en su Casa.